La función social

El problema del turismo del Imserso, si es que existe, no es propio sino del conjunto del turismo español: su impresionante estacionalidad. Por ello, en invierno el turismo de la tercera edad se convierte en un punto crítico, demasiado decisivo. La cuestión tiene raíces  culturales y sociales muy profundas: España se va masivamente de vacaciones en unas fechas y tiene poca disposición a variar sus agendas. Sea por culpa de las rigideces en los horarios laborales, por la homogeneidad en las agendas escolares, la cuestión es que nuestro reto pendiente es el de permitir que los viajeros salgan de vacaciones durante más periodos de tiempo, en momentos de menos presión, para poder disfrutar de menos saturaciones, mejores precios y optimizar así la oferta de alojamientos.

Mientras no logremos este objetivo, que no lo hemos logrado y ni siquiera estamos buscándole soluciones, el viajero del Imserso es una pequeña solución para el mundo del turismo, porque aporta algunos ingresos, permite mantener abierta algo de la oferta turística y, cuando hay otras políticas, existe la posibilidad de revitalizar algunas zonas. Sólo cuando hay otras políticas.

Sin embargo, el turismo del Imserso sin más, sin complementos, apenas tiene importancia para la industria. Los márgenes que aporta son mínimos y, por ende, su interés es limitado.

Pero seamos justos: más allá de los intereses del turismo, los viajes del Imserso aportan calidad de vida a nuestros mayores, y eso es suficiente para mantenerlos.