No es una situación de una gravedad extrema, pero es un huracán: toda la actividad normal en Cancún y parte de la Riviera Maya quedó suspendida. Después del sargazo que azota esta zona de la costa mexicana y del Covid, sólo les faltaba el huracán.
Un importante empresario del sector me explicaba hace unas semanas que en realidad eso es el turismo: una actividad con un nivel de incertidumbre muy importante, en donde las cosas van, pero bien pueden no ir.
Tiene razón: por un motivo o por otro, el turismo, que es un negocio excelente y que enriquece a los países que pueden explotarlo, presenta una inestabilidad muy acusada. Cancún es testigo de un conjunto de problemas actuales, con los que no queda otro remedio que lidiar. Pero hay otras regiones también que sufren con otras ‘pandemias’ como el terrorismo, las enfermedades, las huelgas, o la situación de su economía.
Toda la cadena de producción sufre estos avatares. No hay año que un tour operador grande no tenga que rescatar viajeros de algún destino en el que ha ocurrido algo tremendo, no previsto, desde un siniestro, un terromoto, una inundación, incendios forestales o, como ahora, una epidemia.
No obstante, aunque más imprevisible, aunque más inestable, el turismo sigue siendo un motor de desarrollo, especialmente en las regiones en las que no es posible contar con industria o con investigación porque están separadas de los polos principales del crecimiento.
Los profesionales encargados de estas actividades merecen un reconocimiento. Si no, pregunten hoy en Cancún. Encima han de agradecer que este huracán no parece de los más graves.
En Cancún todos los años en esta época del año hay huracanes, solo hay que informarse.