Da la impresión de que el turismo ha perdido la capacidad para expresar su impotencia ante el drama que está viviendo. Se habla, pero no se llega a explicar con suficiente claridad que las empresas están cayendo, cerrando, que no aguantan más.
En el caso del alojamiento, el problema no es que la ocupación sea del 60 por ciento sino que los costes fijos de los servicios a duras penas empatan con los ingresos que se pueden obtener con ocupaciones tan bajas, de manera que el sector simplemente se está quedando sin los márgenes.
Este no es un problema ni español ni de uno de los subsectores del turismo: es una catástrofe generalizada.
En Italia, Gianni Rebecchi, el presidente de la confederación del turismo, dijo ayer que “necesitamos que se declare el estado de crisis”. Exigió un encuentro urgente con el Gobierno porque están viviendo un drama: ni hay suficiente turismo interior ni hay nada de turismo emisor.
En toda Europa, los viajes son mínimos, y los viajes organizados a los que se dedican las agencias de viajes son extremadamente difíciles. Pensemos que hay continentes enteros a los que más vale ni pensar en viajar. Estados Unidos, como ejemplo, sigue cerrado a Europa, lo cual es un ejemplo de la situación.
El presidente de la patronal dice que “las agencias de viajes y los tour operadores siguen sufriendo como el año pasado, con una facturación que ha caído un ochenta por ciento respecto al verano de 2019.” El otoño no parece que vaya a mejorar mucho.
Pensemos por ejemplo que ayer Ryanair decía que está llegando a los 10.5 millones de viajeros al mes, pero con la capacidad no utilizada y los precios que está teniendo que cobrar, ha perdido en el trimestre casi 300 millones de euros. Y es la aerolínea que va mejor de Europa.
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