El esperpento de la protección de datos

La ley de protección de datos está pensada para evitar que las empresas, que por su relación comercial con los particulares deben tener acceso a nuestros datos, puedan hacer negocio con ellos. O más precisamente, puedan hacer negocios no vinculados con lo que hemos contratado.

Sin embargo, como ocurre siempre en un país en el que nos olvidamos del fondo y convertimos las leyes en un galimatías imposible, estamos logrando el efecto contrario.

Por ejemplo, ahora no es posible que un hotel escanee el pasaporte de un viajero, como parece absolutamente normal. En incontables ocasiones, hasta los hospitales se niegan a darle a un paciente una información sobre su caso, aduciendo esta ley. Así, en incontables ocasiones nos encontramos con que la ley se convierte en un obstáculo (Multa de 30.000 euros a un hotel por escanear el pasaporte de un turista).

Sin embargo, lo que era el objetivo verdadero de la ley sigue sin ser controlado. A todos nos siguen llamando bancos, compañías telefónicas u otros proveedores pidiéndonos si queremos servicios de los cuales, obviamente, se han enterado por algún mecanismo irregular.

Los grandes proveedores de Internet, por su parte, burlándose el espíritu de la ley, recogen nuestra información sin nuestro consentimiento, la venden a proveedores y después somos acribillados con publicidad relacionada específicamente con nuestras inquietudes.

Es decir: lo que no debería limitarse está siendo parado por la ley y lo que era el objetivo fundamental se mantiene. Sé que exagero un poco, pero en el fondo hay un gran fracaso de la ley y, naturalmente, de los políticos que han legislado.