A finales de 2020, tras varios meses de pandemia, la situación del sector rent a car era caótica. Apenas se libraba alguna compañía que tenía toda su flota subcontratada y que, por ello, pudo devolverla rápidamente. Las demás habían quedado entre la espada y la pared.
Ya el año pasado, 2021, algunas compañías de alquiler de coches habían ganado tanto dinero que olvidaron la crisis. Y este año, 2022, promete ir por el mismo camino.
Las razones para este cambio de rumbo son fáciles de entender y se resumen en una: faltan coches.
Como consecuencia de la crisis, todo el que pudo se deshizo de flota. En 2020 esa era la política correcta porque, evidentemente, más coches era sinónimo de más pérdidas.
En 2021 las compañías del sector se quedan con flotas mermadas, pero eso ya es suficiente para ganar dinero apenas hay una recuperación, aunque sea pequeña, del mercado. Menos coches significa más precio lo cual equivale a más márgenes.
Y allí emerge otra novedad: la falta de chips que obliga a los fabricantes de coches a retrasar las entregas. Como es fácil de imaginar, este verano el mercado va a crecer, puede que incluso a niveles históricos –si Putin no insiste en arruinarnos. Pero el número de coches disponible será modesto por los problemas con los fabricantes.
Eso tiene una traducción fácil: más beneficios, porque los precios serán más elevados.
De manera que sorprendentemente, el sector ha salido de la crisis para sumirse en lo que podría convertirse en un año de ‘vacas gordas’.
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