El turismo absurdo

Cada uno puede hacer con su dinero lo que quiera. Yo no me opongo a que alguien vaya de viaje a lugares como los que voy a describir, por muy absurdo que me parezca. Sin embargo, para mí, con mis criterios, es un tipo de turismo absolutamente loco y absurdo.

Me refiero a los viajes que las navieras organizan en el Caribe, a algunas islas de su propiedad. Se trata de pequeños atolones, islotes en realidad, en los que han hecho un muelle para que los viajeros desembarquen rápidamente y se desplacen, caminando, hacia la isla. En la minúscula isla se ha creado un enorme parque de atracciones propiedad de la naviera en cuestión. Aquello es una sucesión de comercios, atracciones, restaurantes, áreas de ocio y publicidad. Una especie de Disneyworld sin el pato Donald. Un shopping center. Sólo falta Carrefour.

Allí está el barco unas cuantas horas, en lo que constituye un absoluto negocio para la naviera porque todo lo que los miles de viajeros de cada barco gastan se quedan en las arcas de la compañía.

Mi pregunta es: ¿qué interés tiene un invento comercial de este tipo? Ni representa la cultura local, ni tiene nada de natural u original, ni le encuentro sentido alguno. Se trata de navegar horas en un barco para llegar a un lugar inverosímil en el que no hay nada que ver que tenga el menor interés real, porque supongo que ver un centro comercial o un lago artificial con barquitas –de pago, por supuesto—carece de todo valor.

Sin embargo, como el ser humano es muy raro, como el turismo es todopoderoso, los barcos de las navieras van llenos de gente y allí están un día, permitiendo a los viajeros poder gastar todo lo que quieran en las cajas registradoras de la propia naviera.

Desde luego, el ser humano es muy raro. O al menos eso me parece a mí.