Los ferrocarriles europeos están abiertos a la libre competencia. De hecho, en España ya circulan varios operadores. En Francia, pese a todos los obstáculos que ponen sistemáticamente, parece que va a acabar habiendo competencia.
En España, además de Renfe, tenemos a Iryo, Ouigo y Avlo. En Francia ya está Trenitalia y pronto empezará a operar Renfe. En otros países está operando Arriva y también en algún lugar hay una compañía que se llama Abelio.
Resulta que todas estas empresas, todas, son estatales. Los ferrocarriles del estado italiano, los del estado francés, los del estado español, los del estado alemán o los de Holanda tienen empresas que han salido a competir fuera y cuyas pérdidas –pocas o ninguna, por el momento, ganan un euro—serán pagadas por los impuestos de los países propietarios.
¿Era esto la libre competencia?
Es cierto que hay algunas compañías puramente privadas como Transdev o filiales de Alsa que están operando, aunque en muchos casos son compañías muy habituadas a vivir del erario público, pero con beneficios privados.
Está bien la idea de fomentar la competencia, está bien buscar la eficiencia, pero escuchar que Renfe va a abrirse mercado en Francia ofreciendo billetes a 9 euros es para pensarlo porque a ese precio, con la diferencia a costa de nuestros bolsillos, todos somos capaces de competir.
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