Impuestos a la aviación

Los hoteleros de Malta han hecho un llamamiento a su Gobierno para que vete la nueva normativa europea que pretende gravar el precio del combustible de aviación, encareciendo el precio de volar. Su argumento es que afectaría seriamente a la conectividad (Malta: alarma por las tasas europeas a los aviones).

Se trata exactamente del mismo motivo por el cual ya ha habido algunas voces que se han hecho oír, sobre todo en Canarias: subir el combustible supone aplicar un recargo homogéneo a toda la aviación, tanto sean vuelos imprescindibles como redundantes.

Porque nadie duda de que un París-Lyon, por ejemplo, que compite con el tren de alta velocidad, debería tener un precio elevado; sin embargo, un Lanzarote Las Palmas no puede ser tratado de la misma manera. Un recargo sobre el combustible sería universal, generando esta discriminación que perjudicaría seriamente al turismo de varias regiones españolas, sobre todo las insulares.

El problema no está en sí la aviación ha de ser o no más cara, que es un asunto a dilucidar a partir de consideraciones ambientales, sino si las islas han de estar sometidas al mismo tratamiento, cuando es evidente que no tienen las mismas capacidades para conectarse con el resto del continente.

Si estuviéramos hablando de costes marginales, entonces no hay queja. Pero en ese caso tampoco hay utilidad de la tasa porque no sería disuasoria. Si es elevada, entonces las islas van a padecer.

Dado que España también tiene capacidad de veto, no estaría de más sumarnos a la postura maltesa –y probablemente también a la griega, incluso con más motivo.