Las hoteleras españolas pierden terreno

El gran riesgo que corría España es que la crisis del Covid no nos devolviera a la situación anterior. O, peor, que a nosotros no nos retrotajera pero a los competidores sí.

Desde el punto de los destinos turísticos, no hemos salido mal parados. España ha sufrido, pero no más que los rivales, ni tampoco menos. Digamos que hay una especie de empate.

Donde las cosas están peor es en el respaldo que nuestras empresas –y trabajadores, también, aunque este no es el momento de hablar de ello– han recibido del estado. Como quiera que la mayor parte de ellas han tenido que afrontar la crisis con sus recursos propios, sus finanzas han sufrido. Nada que decir hasta aquí, si no fuera que la mayor parte de las rivales, especialmente las de otros países más desarrollados, se han visto apoyadas por sus gobiernos. Estos apoyos han sido de diverso tipo: compensación de pérdidas, financiación privilegiada o aportaciones directas.

El resultado hoy es que unos grupos turísticos van por el mundo con el talonario, comprando los hoteles y cadenas que merecen la pena y que se venden por menos de su valor, mientras que los nuestros, con algunas excepciones, están contentos con haber salido de la crisis.

Una situación que ciertamente no es la mejor, aunque tampoco hemos de decir que no es una catástrofe. Tarde o temprano, nuestro producto hotelero vacacional, tenía que ser 'visitado' por los demás, para coger una cuota de mercado.