No es una exageración decir que en España los aeropuertos están en proceso de convertirse en una obra social, en una empresa de caridad, en un hogar para los sin techo, en una ONG que ayuda a los más desfavorecidos (Sin respuesta política a los aeropuertos tomados por los sintecho).
Porque, como este periódico ha venido informando, en varios casos, sobre todo en los aeropuertos grandes, decenas e incluso centenares de indigentes se han instalado a vivir en sus dependencias, a veces ocasionando problemas de seguridad.
Un aeropuerto no está para eso. Un aeropuerto es una estación de aviones, para pasajeros, para tránsitos, para irse o para volver. Como un bar es para tomar un refrigerio, como un taxi es para hacer una carrera, como una farmacia es para comprar un medicamento. Eso no significa que en España no se tiene que atender a los sin techo, pero cada cosa tiene su encargado, su responsable. Y, por cierto, su financiación. Como es obvio, esto debe ser atendido por los servicios sociales, cuyos costes están incluidos en nuestros impuestos.
Un aeropuerto no está ni pensado, ni concebido, ni dedicado, ni preparado para atender masas de personas que carecen de alojamiento. Ni para enfermos. Ni para alcohólicos. Parece una obviedad, pero en España hay que decir las obviedades porque como ponemos etiquetas con gran facilidad, parecería que los aeropuertos son hogares para necesitados.
Desde todo punto de vista, esto no debe quedar en una anécdota. Es necesario que las autoridades reaccionen como corresponde, lo cual no quiere decir echar a toda esta gente a la calle, sino trasladarlos a los refugios públicos que, es de suponer, tienen que existir en cada ciudad para los más desfavorecidos.
No es un problema de imagen, no es que incomoden, no es que se quiera ocultar, es que los servicios sociales existen y los pagamos para que atiendan estos problemas y no para que miren a otro lado. Los líos entre las instituciones públicas sobre competencias no proceden en este caso: esta gente debe tener un lugar mínimo en el que dormir, mientras alguien intenta ayudarlos a reencauzar sus vidas. Si es posible, claro.