Los riesgos de Vueling

Da la impresión de que Vueling pretende en serio cambiar su flota de A320 por Boeing 737. En una entrevista con Preferente, Oliver Iffert, el director de operaciones, indica que la compañía se apresta a tener una nueva flota, de lo que podría deducirse que se refiere a la compra de los 737 que adquirió IAG hace unos años y que comenzarán a ser entregados en unos meses (“Queremos construir la Vueling del futuro”).

El resto de la entrevista habla de cuestiones muy lógicas y dice lo que un directivo debe de decir en la situación actual de Vueling. O sea, nada inolvidable.

Pero el asunto del cambio de flota me parece importante. Porque los costes de una operación como la que se sugiere pueden llegar a ser espectaculares.

Hay un ejemplo histórico del que aprender la lección: Joachim Hunold, el hombre fuerte de Air Berlin, tuvo la oportunidad de cambiar su flota de Boeing por Airbus. Aparentemente, el precio que le ofrecieron por los aviones europeos era excepcional, de manera que decidió cambiar de flota. Los efectos operativos fueron desastrosos, porque las consecuencias llegan a niveles tremendos. Boeing y Airbus son culturas de trabajo y cambiar de uno a otro arrastra incontables efectos. Y, por supuesto, esto no significa ni que los aviones de una marca o de la otra sean mejores o peores, como dicen algunos pilotos, sino que el problema radica en el cambio, en la necesaria convivencia entre los dos modelos, en la obligación de olvidar una forma de trabajar para asumir otra. Ahora Jet2 emprenderá un camino similar y hemos de ver qué ocurre, pero no es fácil. Por algo no suele ocurrir.

Otra cosa sería si Vueling creciera con un segmento de compañía que volara sólo con Boeing, a partir de bases nuevas, como si fuera otra aerolínea, y sin mezclar plantillas. Tiene sus inconvenientes, pero lo que se ha logrado a día de hoy en Vueling subsistiría intocado. Algo así como lo que ocurre con Lauda y Ryanair: cada una opera independientemente de la otra, aunque atienden el mismo mercado y los mismos clientes.

Maestros tiene IAG, claro. Y además, si se equivocan, los accionistas lo pagarán. El problema adicional es que una low cost juega con márgenes muy pequeños, el corto radio es muy agresivo y un cambio completo de flota podría suponer un serio problema para una compañía que es prácticamente la única española que nos queda en el corto radio. Y, naturalmente, hay muchos trabajadores afectados.