Madrid debe celebrar su derrota

El siete de septiembre de 2013, en Buenos Aires, Argentina, tuvo lugar la reunión número 125 del Comité Olímpico Internacional (COI). En la agenda de los asuntos a tratar estaba la elección de la ciudad que iba a hacerse cargo de las Olimpiadas de 2020. En la recta final, para la sesión de Buenos Aires, sólo quedaban tres candidatas: Madrid, Estambul y Tokio. 

Todo el mundo sabe quién ganó: Tokio, que previamente se había encargado de las Olimpiadas de 1964. En el camino quedó Madrid y Estambul, aunque antes habían quedado otras precandidatas.

En aquellas fechas, Madrid lamentó haber perdido, como sucede siempre con los derrotados.

Pero a día de hoy, la capital de España debería hacer una fiesta.

Las Olimpiadas están siendo para Tokio un verdadero infierno. El objetivo central por el que una ciudad asume un desafío como este es, fundamentalmente, turístico, de marketing. En España conocemos bien cómo Barcelona dejó de ser una ciudad de segunda en Europa para convertirse desde 1992 a hoy en un destino turístico vibrante. De eso se trata.

Pero para Tokio nada salió como pensaba. Primero porque en 2020 tuvo que cancelar el evento debido al Covid. Y ahora, cuando finalmente se va a llevar a cabo, tiene que hacerlo prácticamente sin público. O sea: Tokio tendrá todos los gastos que conlleva la Olimpiada pero probablemente ninguno de los beneficios. Sonará su nombre, pero el coste de que su nombre esté en todos los medios del mundo habrá sido desmesurado. Y, sobre todo, si la enfermedad se llegara a expandir durante los eventos deportivos, la ciudad perdería más de lo que ganaría.

No hay duda de que en 2013, en Buenos Aires, Madrid tuvo mucha suerte. Por lo menos no ha perdido un dineral.