Mallorca avergüenza a la humanidad

Por culpa de unos pocos, los mallorquines han visto empañada su imagen ante el mundo. La manifestación pidiendo menos turismo del pasado domingo en Palma perseguía abiertamente el máximo "impacto en los mercados emisores". Lo han logrado, y de haber reciprocidad cuando los isleños viajen, podrán verse expuestos a: "¿Sois mallorquines? ¡Go home!". Aunque seguramente sea peor transmitir que unos de los habitantes más bendecidos y acomodados de toda la humanidad se quejen de las molestias de la saturación en momentos puntuales del año.

La extraña protesta contra la masificación omitió sorprendentemente concentrar sus críticas en el principal causante de ella, como ha sido que desde 2015 se sacarán unas 100.000 viviendas de las más de 500.000 que componen su parque residencial hacia su uso turístico. Algunos de los convocantes apoyaron precisamente este trasvase que ha dado como fruto un agudo encarecimiento de las casas, y que se multipliquen los coches de alquiler, al dispararse el turista que evita el touroperador y su modelo clásico de desplazarse en autobús y quedarse dentro de su hotel la mayoría del tiempo.

La manifestación fue jaleada antes y después por las principales plataformas de difusión de la isla, proclamando que el mundo de la cultura la apoyaba, al considerar como tal a un par de youtubers e influencers con cifras más que modestas de seguidores. Posteriormente enfatizaron como "histórica" la cifra de asistentes, cuando en ninguna foto aérea recuerde al de otras verdaderamente multitudinarias, y se ponga en duda que se estuviera cerca de los 10.000 participantes, pese a asegurarse que más de 100 organizaciones la respaldaban.

Pero la bochornosa imagen que Mallorca ha dado ante el planeta por estos pocos también se basa en las convocatorias previas para llamar la atención humillando a turistas inocentes los días previos disfrazándose de ellos y ante ellos para ridiculizarlos en las calles comerciales y en las playas. Igualmente, con pintadas incriminatorias ante inmobiliarias, en un vandalismo sobre el que columnistas de periódicos homologan al de colocar una pancarta de apoyo monárquico a una reja, por lo que aprovechan para apuntar a los hoteleros para que también reprueben a los segundos.

Los protestantes atacaron igualmente a los ciclistas, pero especialmente pudo provocar sonrojo entre los partidarios de la izquierda que se lamentase el impacto de los inmigrantes "en un sistema educativo tensado por la llegada de mano de obra de manera constante", provocando que "el tejido social de los pueblos y ciudades se vaya perdiendo, igual que la lengua y la cultura propias". Estas proclamas que tanto se critican a la extrema derecha no demuestran así la mayor solidaridad por los marroquíes, italianos, argentinos, rumanos, ecuatorianos, senegaleses o chinos que se han asentado en Mallorca buscando mejorar sus vidas dejándose el lomo cada día.

Restauradores y tenderos, igualmente, que precisamente estas semanas vienen lamentando caídas de ingresos históricas de en torno al 20 por ciento, pueden sentirse perjudicados por la falta de sensibilidad de una parte minoritaria de sus conciudadanos hacia su esfuerzo por contribuir con su actividad al sostenimiento de los servicios públicos. Y por todo ello, unos pocos han dado una imagen de la isla que a ojos del mundo puede provocar vergüenza por transmitir desagradecimiento y no valorar las bondades que la inmensa mayoría de los humanos desearían --aún siendo siempre todo mejorable--, entre una más bien escasa consideración por lo que sustenta las economías familiares de la población, sin que además se propusieran apenas soluciones.

En definitiva, se ha dado una injusta imagen egoísta de uno de los mejores lugares de la Tierra, en gran parte por intentar sacar rédito político a situaciones como unos atascos que se producen igualmente en invierno durante las entradas y salidas en trabajos y colegios, cuando apenas hay turistas. Y así, la gran mayoría de mallorquines trabajadores se ha visto huérfana de que los medios locales y los de todo el mundo muestren el peso proporcional de su voz, para que en su lugar se haya proyectado unos vergonzosos valores de falta de consideración, solidaridad e insensibilidad hacia inocentes y hacia los más desfavorecidos de la isla pero también del planeta. Una imagen que no se corresponde a la decencia, humanidad, generosidad y laboriosidad que caracteriza a la gran parte de mallorquines.