Dicho en un lenguaje muy simplón, la política que está llevando a cabo Putin garantiza que miles y miles de rusos con poder adquisitivo no podrán tener vacaciones por tercer año consecutivo. Para los ricos muy ricos ¿de qué sirve el dinero si no es para poder disfrutarlo allí donde están los ricos? Porque no pretenderá Putin que esta gente, los llamados 'oligarcas', vayan a coger un fusil y se lancen a ensuciar sus prendas de Prada con la sangre de los ucranianos.
Sin embargo, no estamos ante un asunto menor, en el que el turismo es un símbolo importante. El turismo es vista normalmente como una actividad secundaria, prescindible. Por ello, ante la llamada de la patria, los rusos con dinero deberían anteponer los intereses de Putin a los suyos propios, mucho más efímeros, más hedonista y, de alguna manera, vergonzantes.
Pero eso es lo que quiere la gente, esa es la razón por la que los europeos han sido reticentes hasta el último momento a implicarse en el conflicto. Las sociedades, en la medida en que mejoran su calidad de vida –léase hacen más turismo–, tienen menos interés en seguir a un Mesías loco como Putin.
Este, quizás, pueda ser el punto más débil de la ofensiva militar rusa sobre Ucrania, por difícil que parezca de entender.
Me niego a opinar sobre si los ricos o rquísimos rusos pueden hacer turismo o no. Con la que está cayendo me parece de una inmoralidad tal que no merece ni una palabra. Tienen infinidad de destinos caros y carísimos por el resto del mundo, que parece que no existe nada más que Europa, Norteamérica, Japón y algún que otro país más. Que hagan lo que les de la gana con su dinero y su tiempo, a ellos ni les va ni les viene las muertes ajenas y la destrucción de un país, si acaso, cuanta más destrucción mejor, para luego poder sacar tajada de la reconstrucción.