Turismo: amado por el dinero

En el mundo hay gente con dinero. Con bastante dinero. Esa gente busca constantemente dónde invertir. A veces, algún empresario de un sector económico descubre que lo suyo a la larga no irá bien, que gana, pero que no siempre va a ser igual, por lo que busca dónde diversificar. Es decir, busca un sector en el que invertir (Lluvia de inversiones a nivel mundial en turismo y viajes).

Más y más, el turismo está convirtiéndose en un imán que atrae al dinero. Lo han visto con los deportistas de éxito: ganan en su trabajo y después invierten. Hay muchas opciones, pero suelen escoger el turismo. Es el caso de Messi, de Ronaldo y, ya más comprensible por su origen mallorquín, de Nadal. El turismo es el sector más atractivo.

Porque nadie hoy puede pensar que en el futuro vaya a haber menos viajeros. Todo el mundo quiere conocer otros lugares. Y eso va a más. Ha pasado este año en España: ha caído el turismo alemán, pero da igual porque han subido otros mercados. Durante la pandemia, cayeron los viajeros internacionales, pero casi dio igual (no del todo) porque los españoles estaban ansiosos de una escapada. La demanda por turismo parece insaciable, inagotable.

El turismo, además de muy rentable, se ha convertido en un sector de alta rentabilidad. Casi como la industria farmacéutica o como el energético. Incluso sin las fuertes disrupciones del segundo, que vive muy intervenido y siempre a expensas de otros países productores.

El cambio climático, del que se habla tanto, es evidente que importa un rábano a la gente. En el fondo, en última instancia, que no nos toquen las vacaciones. El cambio climático es muy serio, pero para otros. O sea, para nadie.

Por lo tanto, las empresas del turismo son hoy la moda. Son lo que antes eran los laboratorios. Lo dicen los datos y lo dice el sentido común. Ni siquiera las zonas turísticas degradadas van mal: simplemente han de vender un poco más barato. Pero con márgenes para diversificar. Es el negocio del futuro, aunque ya lo es del presente.