El sector turístico de nuestro país es la gallina de los huevos de oro: llena al país de ingresos, genera empleo como ningún otro y cuesta poco. Poco en dinero, poco en atención, poco en cuidado, poco en medios. Incluso en el caso español, ni siquiera hay que darle de comer, porque está gallina ya se ha acostumbrado a buscarse la vida a cielo abierto (Jordi Hereu, exalcalde de Barcelona, nuevo ministro de Industria y Turismo).
El ejemplo más palpable ha tenido lugar esta semana: tras un periodo brevísimo de mandato, Pedro Sánchez ha acabado con el ministro de Turismo. No es que tenga importancia alguna que echen o pongan un ministro, es el gesto de demostrar ostensiblemente la indiferencia del estado ante el sector que supone más del 11 por ciento del total de Producto Interior del país (Héctor el brevísimo).
Lo ocurrido ahora ha sido manifiesto, pero no nuevo. ¿Por qué quitaron a Reyes Maroto? Al margen de su valía (o no, que más bien lo segundo), el presidente demostró que Maroto no era ministra de Turismo y otras cosas, sino que era una persona que estaba cultivando su imagen pública para convertirse en una candidata ‘votable’. El resultado fue muy malo, pero la decisión de quitarla de Turismo y ponerla de candidata en Madrid únicamente tenía esa lectura: está haciendo política, o sea construyendo su imagen, no gestionando un área trascendental para el país. Con Héctor Gómez, por si alguien hubiera albergado aún alguna duda, todo quedó mucho más claro. Aún. Por si hubiera sido necesario.
Yo creo que los lobbies del turismo se equivocan cuando exigen tener un ministerio exclusivamente para sí; antes sería necesario que el ministerio encargado, aunque no sea exclusivo, demuestre que preocupa a alguien, que es escuchado, que es atendido, que tiene agenda propia. Pregúntenle al ministro del ramo si sabe de qué va el turismo, antes de pedir algo más. Si el turismo no interesa a nadie en la política, casi da lo mismo que creen o no un ministerio sólo para el sector. Si son incapaces de gestionar, da igual la exclusividad o no.
Quede claro que esto ocurre hoy con este presidente, pero ha venido sucediendo con todos los anteriores (todos), sin diferenciación de colores. Sólo ha variado el descaro.
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