No consta en toda la historia del turismo en Baleares que un empresario del sector haya dicho alguna vez que había tenido una buena temporada. Es un axioma infalible. Para los periodistas es fantástico porque se pueden hacer todas las entrevistas que se quieran que siempre hay unanimidad: ha sido un año pobre, aunque no hayan cabido los turistas.
Los que nunca engañan son los números. Más allá del sufrimiento –“no sé cómo vamos a llegar a fin de mes” y todos los lamentos similares– las cifras que salen de los ordenadores de los economistas no mienten. Y este año hablan de crecimiento, pero no se crean ustedes que desmedido. En el caso de la restauración, las cifras del inicio de la temporada hablan de un incremento inferior a la media española. No es mucho, pero cualquiera viendo los precios y las masas de clientes, debería aventurar lo contrario.
La restauración no es todo, claro, pero en todo caso plantea una pregunta interesante: si estos volúmenes de turistas sin precedentes no sirven al menos para dar bienestar económico a quienes viven en sus territorios, ¿para qué sirven?
Sin embargo, no hemos de olvidar que aún falta conocer a verdad verdadera de todo el resto de la economía para entender que estas masas tienen necesariamente que haber dejado mucho dinero en la economía española y, por supuesto, en la balear.
Aunque, ya lo sabemos, no vamos a conseguir que los hoteleros hayan tenido un buen año, lo cual era conocido incluso antes de empezar el ejercicio.
Un buen año es cuando tienen toooda la temporada el Htl lleno y encima, les toca el bote del Euromillón (Fabra, dixit).
Las plañideras siempre lo serán, es su función.