Hagamos un ejercicio de honestidad intelectual y sigamos las incontables peticiones de boicot a países y empresas por sus posturas en cuestiones controvertidas. Si todos somos consecuentes, el mundo se quedará sin malos.
Yo había pensado en empezar este acto de coherencia una vez que leo en Preferente que un lector concienciado dice que “Los turcos son unos traidores, boicot Ya!”. Traidores porque buscan turistas rusos. De manera que me he decidido a no comprar coches Hyundai, fabricados todos en Turquía. En otro lugar, con buen criterio, una plataforma pide que no se compren billetes de avión de Ryanair, por sus políticas bochornosas. Con lo que, definitivamente, no viajaré más con esta compañía. Ni veré cine o televisión producidos por la estructura opresora americana, que explota el mundo como si fuera su patio trasero.
Siguiendo a los ecologistas, no vuelo en ninguna de las aerolíneas que contaminan. Aunque, una vez que he estudiado bien el asunto, esto abarca a todas, de forma que estoy encerrado en casa.
Por supuesto, hace años que estoy boicoteando a los ingleses porque se salieron de la Unión Europea. ¿Quieren irse? pues a castigarlos. Si todos hacen lo que yo, pronto recuperaríamos Gibraltar. Y las Malvinas volverían a manos argentinas.
También tengo a los irlandeses en mi lista porque, como saben, son refugio de las multinacionales que van allí para no pagar impuestos. ¡Qué canallas! Suerte que ya había dejado de volar con Ryanair.
Por supuesto, yo soy de los que no bebo cava catalán, porque no me olvido. Y soy de los que dejé el 'couscous' tan pronto como descubrí que Mohamed no era de fiar.
Y soy de los que boicoteo a los rusos manteniendo la calefacción de casa apagada, para que se tengan que comer su propio gas. Y no compro en Primark, porque sólo faltaba que con mi dinero los chinos que crearon el virus destructivo mantengan su estructura industrial.
Tampoco compro en Zara porque no quiero alimentar a quien después, como gesto de millonario, hace una donación a nuestra sanidad. Hay que leer lo que dice Podemos para comprender cómo se las gasta esta gente.
Así que, perdido, sin viajar, sin coche, sin vestir, ya sólo me queda refugiarme en el Vodka.
Usted sabrá lo que hace con su dinero, aunque coincidirá que al final es el único instrumento que le da algún atisbo de falsa sensación de elección, junto con su insignificante voto.
Efectivamente de poco sirve un voto o una pequeña acción de protesta de manera individual, pero al menos se podrá dar el gusto de haber sido fiel a sus principios. Ya sabe, aquellos grandes olvidados.
Afortunadamente el horizonte de opciones es francamente extenso como para poder vivir acorde a las elecciones personales que cada uno decida, sin tener que hacer muchos sacrificios, más bien todo lo contrario. Ryanair, Primark, y hyundai no son precisamente para el sibarita.
Y si en algún momento duda y decide quedarse en casa disfrutando de un buen vodka, tampoco es mal plan. Le recomiendo un Ciroc o un Belvedere.
Más que un boicot es un alivio.
Buen artículo. Como pasa muchas veces en la vida todo depende del color del cristal con que se mire, y en el mundo, por fortuna, hay muchas maneras de interpretar las cosas. Sigamos boicoteando, o mejor dicho, pegándonos tiros en el pie de nuestra economía y veremos lo lejos que vamos a llegar.
Dejarse influenciar en una decisión de consumo por razones éticas está muy bien para un suizo o un alemán pero no es algo apto para el escuálido bolsillo de un español. ¿A mi qué más me da que un producto contamine el agua o que esté fabricado por una niña en Bangladesh? Mientras esté en oferta, que arda el mundo.
Si, pero es bochornoso que ud haya usado varias z en su texto.