Hace un tiempo leí un libro de un execologista que decía con rigor que hoy se contamina mucho menos que antes. Digo "con rigor" en referencia a que cada producto, máquina, vehículo o incluso ciudad contamina mucho menos que en los cincuenta del siglo pasado, por ejemplo. El autor se extendía en explicar cómo la ciudad de Pittsburg, en Estados Unidos, o la misma Londres, eran inhabitables. Y ofrece datos para ver que no hay punto de comparación con lo que ocurre hoy (Airbus y Boeing se reparten la mayor compra de aviones de la historia).
Esto mismo sucede con la aviación comercial: la capacidad de contaminación de un avión de hoy no tiene punto de comparación con uno de los viejos DC8, por poner un ejemplo. Hemos mejorado tremendamente.
El problema no está ahí. El problema está en que en los años sesenta del siglo pasado volaban diez aviones al día desde Madrid y hoy pueden ser mil.
Explico esto por la noticia de la compra, por parte de Air India, de 495 aviones nuevos. Algunos lectores celebraban que esos aviones son mucho menos contaminantes que aquellos que van a reemplazar. Sin duda. El problema es que estos aviones van a reemplazar a cien aviones. O, dicho en otros términos, la flota de Air India va a crecer espectacularmente. Y más aviones, incluso contaminando cada uno de ellos mucho menos, es peor para el medio ambiente.
Dicho en palabras más claras: el planeta puede soportar que unos pocos habitantes contaminen mucho pero no puede soportar que todos contaminen lo mismo que los ricos. Y eso, aunque sea terriblemente injusto, es así.
Uno de los dramas de las cumbres del cambio climático es que los países concienciados de la gravedad de la contaminación (la Suecia de Greta Thunberg, por ejemplo) llevan toda la vida emitiendo CO2 en cantidades brutales. Y ahora, cuando ellos se preocupan, cuando creen con razón que así no se puede seguir, le dicen a los países pobres, pongamos por caso Paraguay, que no toquen el Chaco, que es un pulmón del planeta. Y los paraguayos, con razón, responden: o sea que ustedes pudieron destruir su entorno y enriquecerse y cuando nosotros llegamos al punto de que podemos mejorar, nos dicen que hemos de proteger el planeta.
Este es el drama al que nos enfrentamos.
La famosa patada a la escalera que decían, el primero que se sube ya no quiere que suba nadie más. El resto a chupar del bote.
Este es un problema universal y atemporal. Los ricos jamás renuncian voluntariamente a sus privilegios, de ahi la permanente necesidad de la revolución.
Tautología y hermenéutica para aferrarse a la negación.