Ya saben el lío fenomenal que tiene Boeing con la calidad de sus aviones. Está contra las cuerdas. El último episodio fue el del avión de Alaska Airlines que perdió una puerta de emergencia. Al parecer, el avión, que era nuevo, volvió a Boeing, donde le hicieron una comprobación en las puertas y fue nuevamente entregado a la aerolínea. Pero en esa entrega se les olvidó volver a poner los tornillos o como se llame a las sujeciones (Confirmado: faltaban cuatro tornillos en el B737Max de Alaska).
Problema de Boeing, por Boeing y que sufre Boeing.
Ahora bien, como algo hay que hacer, ahora el fabricante se ha puesto a negociar con Spirit, la empresa que fabrica los fuselajes, para recomprarla. Históricamente, los fuselajes los hacía Boeing, pero un día decidió vender esa fábrica a un grupo, Spirit, que venía fabricando las partes centrales del avión. Spirit, que también trabaja para Airbus en Europa, entrega el fuselaje y Boeing se encarga del resto (Boeing negocia comprar Spirit, el fabricante de sus fuselajes).
Nada hasta el momento acusa a Spirit, pero Boeing, de quien sale la idea de separar esta empresa, ahora pretende dar una imagen de normalidad recomprándola.
Es posible que Spirit en manos de Boeing trabaje mejor. O peor. Pero lo que sí es seguro es que eso no resuelve ni siquiera apunta al problema de malos controles de calidad. Ahora la FAA le ha dado 90 días a Boeing para resolverlo. Si no, como se imaginan, le dará otros noventa, porque Boeing es muy grande y muy simbólica para caer. No es la farmacia de la esquina, como queda en evidencia.
El problema es que estos fallos no son generalizados, pero sí muy graves. La cultura interior de la compañía se fue degradando y ahora no es fácil reconstruirla. Pero lo positivo en su historia es mucho como para ignorarlo.
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