Más cerca del abismo que de la normalidad

Leo diariamente en los medios de comunicación, por supuesto también en Preferente, que tal o cual compañía ha llegado a un cincuenta, sesenta, ochenta o cualquier otro porcentaje respecto de sus operaciones normales antes de la pandemia. Es una especie de carrera con el que los directivos de las empresas se autopersuaden de que la normalidad está avanzando.

En algunos casos, tienen razón. En algunos casos, efectivamente, esos vuelos tienen demanda, por lo que sus operaciones no son un capricho, sino que responden a una normalización del mercado.

Sin embargo, en la mayor parte de los casos, sobre todo en los vuelos internacionales y muy especialmente en los de largo recorrido, esto es puro “wishful thinking”, o sea, deseos o casi mejor dicho, sueños.

No porque el avión opere se gana dinero, ni se incentiva al viajero, ni se aproxima la normalidad. En este tiempo de pandemia, yo hice algunos viajes en los que los aviones iban llenos, pero hice mil viajes en los que el avión llevaba menos del veinte por ciento de ocupación, la cual además está incentivada por precios absolutamente ridículos.

Ya sé que cuando uno hace los números no debe sólo tener presente qué gana volando sino también qué deja de perder teniendo el avión en tierra. Aparcar el avión tiene sus costes, por un lado, y también tiene el riesgo de no estar en el hipotético caso de un súbito repunte de la ruta.

Pero, más bien, yo me temo que en la mayor parte de los casos, la obsesión por volar no se corresponde con la lógica del negocio, de manera que algunos más que acercarse a la normalidad se acercan al abismo.