Todo el mundo entiende perfectamente que Europa no puede tener veinte normativas de transporte aéreo. No es que lo diga Europa, es que lo dice España. Porque los representantes españoles en la Unión Europea, sea en el Parlamento, en la Comisión o en el Consejo, han votado siempre primero a favor de la liberalización del transporte aéreo y, después, de la homogenización normativa (Ratificado: multa de 179 millones a las low cost por cobrar el equipaje de mano).
Pero todo el mundo habla de los recargos que las aerolíneas aplican en los aeropuertos cuando el pasajero se presenta con una bolsa de mano de tamaño superior a lo que se le ha dicho con amplitud de detalles a la hora de comprar el billete. Y como todo el mundo habla de lo mismo, ahí hay votos, muchos votos. De manera que los mismos políticos españoles que en el Parlamento Europeo apoyan la homogenización de las normas, en España dicen que aplican sanciones para demostrar que sintonizan con el público y captar votos.
Saben perfectamente que, por sus propias normas aprobadas con sus votos en Europa, todo esto acabará en nada, como acabó la sanción de Galicia a Vueling por motivos similares. Obviamente, no puede ser que cada país tenga su norma, que un viajero tenga un tamaño de maleta de Málaga a Milán y otro de Milán a Málaga, con la misma aerolínea.
Pero antes de que esta ridícula sanción caiga, se podrán haber mostrado ante el mundo como los héroes dispuestos a acabar con las injusticias que ellos mismos votan en el Parlamento Europeo, en el Consejo o en la Comisión, pero que los españoles no llegamos a ver con detalle.