Si he entendido bien, se supone que si los americanos (de Estados Unidos) no viajan a México, el país con el que tienen frontera, para pasar sus vacaciones, entonces es más probable que vengan a Canarias para descansar. Ese, más o menos, es el razonamiento del presidente canario, Fernando Clavijo, cuando afirma que a Canarias le va bien la tensión entre México y Estados Unidos que ha montado el impredecible Donald Trump.
En sentido contrario, equivaldría a que cada vez que en Turquía hay un atentado y los alemanes se asustan, en Hawai se pusieran a celebrar el probable aumento de visitantes teutones. O como si, en Bali estuvieran esperando, ansiosos, a los viajeros argentinos que no viajan a Punta del Este, Uruguay, porque hay un conflicto de cualquier clase que dificulta las vacaciones.
Canarias, como todas las regiones europeas, pueden aspirar a una pequeña, casi insignificante cuota del turismo vacacional estadounidense, simplemente porque está a ocho horas de avión. Un viaje tan pesado, con cambio horario, sólo se afronta si lo que uno se va a encontrar en el otro extremo es realmente irrepetible e inolvidable. ¡Claro que Venecia genera estos viajes! Pero ocurre que Puerto del Rosario no es el Gran Canal.
Mucho me temo que Clavijo ha perdido el norte en un asunto que obviamente no da para frotarse las manos. Canarias, como todas las regiones de sol y playa, debe aspirar sobre todo a los viajeros a un máximo de cuatro o cinco horas de distancia, y con pocos cambios en los husos horarios. Lo demás se complica hasta hacerse imposible.
"Canarias, como todas las regiones europeas, " - creo que Canarias ya son africanas 🙂