Actualmente, la gran pregunta que ronda el mundo del turismo y los viajes es la siguiente: ¿Cómo se producirá el retorno del turismo a la normalidad? ¿Será un regreso lento y pausado o será acelerado e intenso? En otras palabras, ¿habrá llenos hoteleros este verano?
Esto es adivinar el futuro, lo cual no es posible. Pero hay algunos datos, en ciertos casos contradictorios, a tener presente.
En primer lugar, en varios países del centro y norte de Europa, las economías familiares están a rebosar de dinero, ante la imposibilidad de gastarlo durante estos meses. En general, a diferencia de España, los gobiernos han mantenido las retribuciones salariales prácticamente intactas.
En segundo lugar, hay muchos indicios de que hay ganas de volver al sol. Esto es especialmente visible en Gran Bretaña, donde las esperanzas para viajar son intensas debido a la vacunación.
Yo no dejaría de señalar, en tercer lugar, la desesperación por parte de las empresas que venden productos turísticos, no sólo en España sino también en los países de origen, para volver a la normalidad. Todo el mundo prefiere perder algo de dinero que perderlo todo como ahora mismo.
Sin embargo, hay factores en contra.
Primero, hay quienes sostienen que los miedos a los contagios persistirán, al menos unos meses. Si esto fuera así, que podría ser verdad, serán más acusados estos miedos para los viajes de largo que de corto radio, pero, efectivamente, podrían darse.
Segundo, hay que se capaz de garantizar seguridad sanitaria, lo cual no está tan claro con tantas variantes del virus y con el bajo nivel de vacunación de España en este momento y, por lo que se ve, para el verano.
España, pese a todo, juega con todo a favor. Sólo Grecia parece hoy tener una imagen sanitaria mejor, no por su infraestructura hospitalaria sino por la evolución que ha tenido la pandemia en su territorio, moderada y baja incluso en el peor momento.
Las próximas diez semanas serán absolutamente claves.
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