Globalia: cómo no hacer las cosas

La interminable crisis interna en el grupo Globalia (Viajes Halcón es, ahora mismo, la rama de la empresa que está siendo sometida a un proceso de purgas propio de los regímenes políticos más despreciables) es un pésimo síntoma de cómo funciona el conglomerado que preside el inefable salmantino Juan José Hidalgo.

En todas las empresas hay relevos y hay gente despedida, porque en todas las empresas hay estrategias y hay quienes no coinciden o con la estrategia o con la forma de llegar a esos objetivos fijados. Sin embargo, en la empresa de los Hidalgo da la impresión de que, como en los partidos políticos, no hay programas, sino lealtades; no hay estrategias, sino fidelidades. Esto es simplemente letal para el funcionamiento de un proyecto.

En las empresas de los Hidalgo da la impresión de que para ascender y operar no hay que saber ni saber hacer, sino que hay que acertar en las personas a las que se adula. Eso es la fórmula perfecta para el mal funcionamiento de una empresa, de una organización, de una estructura. Dependiendo de a qué hermano se rinde pleitesía, los trabajadores tienen más o menos posibilidades de ascenso, más o menos futuro laboral.

No porque sea un fenómeno relativamente frecuente en la economía española deja de ser más despreciable. Este tipo de funcionamientos genera pérdida de recursos, de esfuerzos, de tiempo. Una empresa que se dedica en pleno verano, cuando las ventas están en su apogeo, a deshacer las estructuras que ella misma se ha dado, es que tiene el norte perdido, es que no sabe dónde va. Incluso suponiendo que los nuevos gestores tengan las cosas claras, tampoco es buena noticia, porque es el síntoma de cómo se distraen recursos en esta empresa.

Lamentablemente, el pésimo ejemplo del grupo Globalia es un indicador de cómo van muchas empresas en España, lo que a su vez explica las bajas productividades que nos caracterizan. Nunca hay que elegir a los mandos intermedios de las empresas por otro motivo que no sea su competencia.