En una información correctamente documentada, Preferente publicaba este lunes que Mallorca tiene en estos momentos una caída de demanda turística del 30 por ciento sobre el mismo momento del año pasado (Alarma en hoteleros de Mallorca por caídas históricas de hasta el 30%). Este dato hace referencia al turismo extranjero, fundamental en el conjunto de nuestra economía, que fija los precios, que marca las tendencias. Este mismo digital había publicado antes que la situación tiene incluso peores indicadores en Canarias y, más o menos, también lo mismo se detecta en otros lugares vacacionales tradicionales como es la Costa Brava, la Costa Dorada o la Costa del Sol.
A un servidor estos datos le alarman. Pero mucho más me sorprende aún la indiferencia generalizada ante lo que puede suponer un serio revés económico no para el turismo, que también, sino para amplias capas de la economía regional española. Si el turismo ha venido salvando los números de nuestra economía en los últimos cinco años, ahora nos encontramos en la situación opuesta pero, mucho peor, con el silencio general, casi con la indiferencia.
¿Han visto ustedes a alguien del Gobierno que haga declaraciones en relación a esta crisis? ¿Han visto ustedes que se convocara una reunión para estudiar una estrategia conjunta? ¿Ha escuchado que se vaya a reforzar la promoción turística?
Si algo realmente puede resultar alarmante no es tanto que las cifras del turismo no vayan bien como el nivel de complacencia al que hemos llegado que nos conduce a pasar ante la evidencia de la crisis que se avecina sin reparar, sin preocuparnos. Es como si a Finlandia le fuera mal el turismo, que en ese país representa una parte no trascendental de su economía. Es como si tuviéramos nuestros huevos en otra cesta; como si nadie trabajara en el turismo. Parecemos los vecinos de un edificio en el que la alarma de incendios suena cada día a la misma hora: nos hemos acostumbrado y nos es indiferente.
Si hay pasividad a nivel estatal, lo mismo se puede vivir en las regiones, quizás con la excepción de Canarias. Pero en Baleares o en Cataluña están viviendo en otro mundo, inconscientes, indiferentes a todo.
Desde luego, la crisis que se avecina, de la que tendremos las evidencias allá por noviembre, nos ha avisado suficientes veces. Que no hayamos hecho nada es un indicador clarísimo de que nuestra clase política, en general, es absolutamente ajena al turismo, el cual no parece importarle para nada. En definitiva, estamos al pairo, esperando a ver qué quieren los mercados que nos suceda. Y encima tenemos el Brexit, que no sabemos que nos deparará pero que no será nada bueno.
¿En Baleares no votaron un gobierno que no quería tantos turistas?
Pues parece que está cumpliendo,no pueden quejarse.
En Baleares hay un gobierno que considera que hay un exceso de turistas y que por tanto deben limitarse. El mismo gobierno ha puesto su granito de arena (y de paso ha aprovechado para ordeñar también un poco a la vaca con cierta tasa).
No han sido pocos los hoteleros que han discrepado abiertamente de la política de quien dirige la comunidad y si a ellos no les han escuchado de poco servirá seguir quejándose al resto del sector mientras eco-soberanistas e izquierda siguan marcando la agenda.
Lo triste es que la guerra la está llevando a cabo sola el sector privado porque el público, lejos de ayudar, sigue poniendo palos en la rueda.
¿La solución?, ¿quejarse?, ¿patalear?, personalmente lo dudo....pero las elecciones no quedan lejos. Apunten la fecha y hagan todos ejercicio de memoria.