Para que se hagan una idea del poder que tiene un Mundial de Fútbol, Alemania y Gran Bretaña, los dos primeros mercados emisores de turistas para España, han vivido un severo sacudón este mes de julio: en los dos países, la perspectiva de que sus selecciones pudieran progresar en el campeonato fue tan potente que prácticamente paralizó las ventas de vacaciones. Ocurrió en Alemania, pero se notó menos por la pronta eliminación de su equipo.
En Gran Bretaña, en cambio, como su selección llegó a ser una de las cuatro finalistas, el parón en las ventas fue prácticamente total. Tanto que algunos días los mayoristas tuvieron que lanzar ofertas porque se encontraban con que sus aviones estaban empezando a volar sin ir llenos.
Finalmente, la esperanza inglesa se esfumó y, tras ello, se produjo la recuperación de la normalidad, compensando incluso las ventas perdidas. De esta manera, en los últimos cuatro o cinco días, las ventas en Gran Bretaña están nuevamente siendo estupendas, pese a que todo este verano se han mantenido unas temperaturas excepcionalmente elevadas.
Los sociólogos no son capaces de valorar en toda su dimensión la capacidad de un Mundial de Fútbol para alterar el funcionamiento de la vida diaria, para causar incluso una crisis, para dejar aviones vacíos, para afectar tan profundamente el mercado. Probablemente mucho más que unas Olimpiadas, en las que los colores patrios están un poco más diluidos y han de competir con las personalidades de los deportistas.
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