Este jueves, Emmanuel Macron convocó a la prensa regional francesa y le contó su plan de desconfinamiento del país. Les recuerdo que Francia está peor que España: no se puede viajar a más de diez kilómetros del lugar de residencia, hay toque de queda a las ocho de la noche, no hay bares ni restaurantes, no se puede asistir a ningún tipo de evento y, encima, tiene más de seiscientos casos de contagios de coronavirus por cada cien mil habitantes.
No crean que la situación de Francia es la peor. Suecia, Croacia o incluso Holanda están tan mal. En la Europa continental, si cogemos aquellos indicadores del verano del año pasado, donde se decía que a partir de cincuenta casos la situación es grave, no se salva nadie. Nadie. Portugal y Finlandia son los que están mejor, por encima de los 60 casos. Y el resto en el entorno de los 250 casos, que es el dato de España (no de los archipiélagos ni de Valencia).
Así las cosas, no sólo Macron sino medio continente anuncian la reapertura. Es cierto que las cifras están mejorando y que la vacunación, de aquella manera, avanza. Pero, después de los mensajes machacones de tantos y tantos meses, cuesta entender cómo un territorio con esos números anuncia una reapertura prácticamente completa, fiándose de lo que ocurra con las vacunas.
En Gran Bretaña (24 casos por cien mil habitantes) los estudios han demostrado muchos datos interesantes: en primer lugar, los vacunados prácticamente no se contagian, aunque hay unos treinta casos en más de treinta millones; si se contagian, es casi seguro que no tendrán una enfermedad tan grave como para ingresar en un hospital y, en último caso, las posibilidades de perder la vida son mínimas. O sea, las vacunas, todas –hablamos de Moderna, Astra Zeneca y Pfizer– funcionan.
Se ha llevado a cabo otro estudio con varios millones de vacunados para determinar cuánto contagian estas personas. Se ha estudiado el ámbito doméstico, donde es más probable que se contagie a quien convive con el enfermo. Los datos son igualmente positivos. En el caso de la vacuna de Pfizer, los contagios caen a la mitad; en el de Astra Zéneca caen al sesenta por ciento. Es decir que también la posibilidad de trasmitir la enfermedad baja.
Y, finalmente, se ha podido comprobar que las vacunas, que ya se sabe que operan con igual eficacia sobre la variante inglesa que sobre el virus antiguo, también operan sobre las variantes de la India, que tanto miedo provocan. En cambio, no se tiene información precisa aún de qué ocurre con la variante sudafricana y con la de Manaos, variante esta última que prácticamente ha tomado el control de toda Sudamérica.
Aqui arrimamos el ascua a nuestra sardina, que es de lo que se trata, por qué no hablamos de Alemania, por ejemplo. Puestos a comparar comparemos con lo que nos conviene y con lo que no, más que nada para aparentar que somos ecuánimes y que no se nos note hacia donde barremos.