¿Quién nos saca de aquí?

La ola de coronavirus, que no presenta ningún signo de finalización inmediata, ya está llenando las mesas de los ministros de Hacienda de todos los países con facturas interminables.

Facturas en dos sentidos: más gastos, porque hay que asumir financiación extraordinaria para empresas que están al borde de la quiebra, para sectores económicos enteros que no tienen forma humana de sobrellevar la crisis, para incontables particulares que se han visto sin empleo, sin salario, y a merced de lo que pueda ocurrir y, también, aunque no tan grave cuantitativamente, con una factura sanitaria importante, resultado de la necesidad de hacer lo que haga falta para abordar esta crisis impresionante.

Pero hay datos en otro sentido en la mesa de los ministros: menos ingresos. El consumo ha caído prácticamente a cero, la actividad económica se ha reducido, los ingresos del estado se van a secar. El impuesto de la Renta, el más estable, acusará una caída porque muchos salarios se han visto reducidos; el impuesto de Sociedades, el más volátil, puede que este año recaude casi cero –no se me ocurre nadie más que Mercadona entre las empresas que puede que no tengan una caída de beneficios-- y, finalmente, el impuesto sobre el Valor Añadido se resentirá porque el consumo se ha esfumado. 

Únicamente hay un consuelo: nadie se libra de esta crisis, de manera que al menos los demás y nosotros nos entendemos. Todos estamos ahora en la misma situación.

¿Tenemos los líderes adecuados para ofrecernos una salida de este agujero? Es una buena pregunta, cuya respuesta me parece también bastante evidente. No. Como decía Juan Roig, el presidente de Mercadona, es el momento de que pongamos al frente de este país a alguien con el suficiente sentido común como para sacarnos de la crisis. O sea –y esto no lo dice Roig–, un gobierno de concentración que, por supuesto, jamás vamos a tener.