¿Qué política turística tiene España? La respuesta a esta pregunta simplemente es “no sabe, no contesta”. Porque en España en realidad tenemos diecisiete políticas turísticas diferentes, correspondientes a otras tantas autonomías. Esta es la cruda verdad.
Por eso, ya estamos terminando de configurar diecisiete respuestas diferentes a la aparición del llamado turismo colaborativo, que es el alquiler de pisos particulares en plataformas como Airbnb. Cada uno ha hecho de su capa un sayo y ha optado por lo que creía que electoralmente le iría mejor. Los mismos partidos han optado por políticas diferentes en regiones diferentes.
Por eso, precisamente, mientras en Canarias el presidente regional está hablando de bajar los impuestos a los turistas británicos, aprovechando que este país pronto se saldrá de la Unión Europea, en Baleares no paran de subir las tasas, por una razón o por otra.
Como guinda para este despropósito, España tiene una secretaría de Estado que, da igual quien gobierne, apenas tiene competencias para dar algunas ruedas de prensa, cumplir un papel protocolario y decir cosas que habitualmente son de sentido común, pero nada más. Hoy tenemos una secretaria de Estado socialista, pero la diferencia sobre las dos anteriores titulares, ambas del Partido Popular, es imperceptible, porque en el fondo son igualmente de incompetentes.
Esta es la realidad de fondo de nuestro turismo: tenemos diecisiete respuestas para problemas similares, lo cual hace que la coordinación sea un sueño.
Ahora, en unos días, todos los protagonistas se volverán a reunir en Fitur para, como siempre, pronunciar las palabras protocolarias de rigor, huyendo del fondo de la cuestión: aquí no hay ninguna política turística porque no hay quien la pueda determinar. Así que, como es lógico, volvermos a escuchar palabras bonitas, condenadas a morirse en el mismo momento en el que son pronunciadas. Porque aquí, cada uno va por su lado.
Ni más ni menos. La política es "maricon el último"