¿Y si la vacuna falla?

El algún rincón de los periódicos se publica que una persona en la que se estaba probando la vacuna contra el coronavirus, diseñada por la universidad de Oxford y que comercializará la multinacional Astra Zeneca, ha tenido una reacción no prevista que ha llevado a suspender la tercera y última fase de los experimentos.

La noticia no se ha destacado suficientemente porque los expertos han trasmitido una sensación tranquilizadora, sugiriendo que esto más o menos es normal, era previsible.

Yo, como se imaginan, no entiendo de estas cosas. Pero sí recuerdo que algunos epidemiólogos como el médico jefe de toda la sanidad británica, o Anthony Fauci, su homólogo en Estados Unidos, en varias ocasiones intentaron frenar las expectativas de una vacuna inminente contra el virus. Nadie descarta que se vaya a conseguir una solución de este tipo, porque los expertos parecen coincidir en que los coronavirus están bastante al alcance de la ciencia actual, pero sí dan a entender que acertar plenamente con la vacuna no es cuestión de unos meses.

Las aproximaciones americana y alemana a la vacuna son técnicamente completamente diferentes a la que están trabajando en Gran Bretaña y en China, con lo que es posible que alguna de ellas llegue al final, demostrando que además de ser eficaces contra el virus, no provocan efectos secundarios indeseables.

Todo es alcanzable, pero la duda está en si esto es cuestión de meses o de años. Este pequeño margen de error es suficiente para que el mundo –sobre todo el del turismo, no nos engañemos– se ponga a temblar. El modo de vida de millones de ciudadanos está pendiente de algo tan variable como el éxito en una vacuna. Pero es que no nos queda otra solución.