Uno de los asuntos más interesantes de los tratados en el Foro Preferente celebrado en Palma ha sido el del papel de la Administración en la actividad turística. Los principales hoteleros se han quejado, y en mi opinión con razón, de un cierto abandono por parte del Gobierno de la Nación. Se muestran contentos con la labor realizada por ellos mismos, con fuertes inversiones en renovación y modernización de hoteles que les ha permitido, especialmente en el caso de Baleares, subir la calificación y mejorar el precio. Mientras tanto el Gobierno atendía a otros asuntos más urgentes y el ministro del ramo ponía la mayor parte de su energía en los graves problemas energéticos, lo cual es comprensible. El segundo nivel ha estado ocupado hasta hace poco por una persona sin la mínima cualificación pare el cargo más pendiente de evitar una metedura de pata que de sacar adelante un proyecto.
Una de las quejas más claras, y viene ya de lejos, es la de la pasividad de la Administración ante la patente ilegalidad de gran parte del sistema de alojamientos turísticos o el batiburrillo de legislaciones autonómicas y municipales. La excusa ministerial de ausencia de competencias para legislar sobre asuntos turísticos pone al descubierto una verdad, que la Administración Turística del Estado carece de competencias en esta materia y que no tiene tiempo o ganas de influir en otros departamentos que si las tienen o de liderar proyectos comunes.
Claro que el Gobierno tiene capacidad para proponer modificaciones legislativas en leyes como la de la Propiedad Horizontal o de Arrendamientos urbanos que favorezcan una actuación más clara de los agentes implicados.
En ese sentido fue esclarecedora la posición de Kike Sarasola cuando advirtió a los otros hoteleros de que terminaran, como él, gestionando apartamentos turísticos además de sus hoteles. A mi esa afirmación me parece del todo razonable y daría estabilidad al sistema. Pero tan interesante fue su afirmación de que hacía falta un Ministerio de Turismo, apoyada por el resto de los hoteleros y que si Ciudadanos llega a formar Gobierno después de las próximas elecciones lo crearía. Ojala tenga razón en lo del Ministerio.
Las competencias puramente turísticas son autonómicas, pero la capacidad de influir en la evolución del sector sigue en gran medida en manos estatales, que puede proponer avances legislativos, invertir en infraestructuras para el turismo, garantizar la seguridad y la atención sanitaria a los turistas y regular ciertos aspectos del tráfico aéreo, como las negociaciones con países de fuera de la UE, entre otras. Pero ninguna de ellas está en el Ministerio que lleva el nombre de turismo.
No es que una secretaria de Estado sea un nivel bajo, que no lo es, es que si hay un ministro la secretaria de Estado se difumina y todos los actores quieren hablar con la instancia superior.
Si hubiera un ministro de Turismo sus propuestas serian tomadas en consideración y los otros ministros tendrían que escuchar algunos asuntos turísticos en el Consejo e influir en las áreas de otros ministerios que afectan al Turismo.
Parece pues una contradicción pero España necesita un ministro de Turismo precisamente porque el Ministerio de Turismo no tiene competencias. Así sustituiría con influencia lo que le falta en competencia.
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