No está nada claro que Barceló se vaya a quedar con NH hoteles. Depende de los accionistas, de los bancos acreedores que tienen mucho que decir y, naturalmente, del Consejo de Administración de NH. Sin embargo, en una empresa en la que los accionistas más importantes no están en el Consejo, y quienes operan son gestores, la respuesta a la oferta puede inicialmente ser engañosa.
En realidad, ahora se abre un periodo que no será breve, durante el cual las diversas partes negociarán el estatus que podrá terminar adquiriendo la futura cadena, y el papel de cada uno en ella. Está todo abierto, aunque, ciertamente, tampoco Barceló habría enviado la carta con la oferta de no tener algún dato que le sugiera que es viable llegar a buen puerto.
La historia de la relación de Barceló con NH viene de antiguo. Barceló estuvo en varias ocasiones a un paso de comprar NH. La relación fue durante mucho tiempo muy fluida, de forma que el conocimiento era intenso. Pero, precisamente por ello, hubo tensiones que ya en la época de Burgio alejaron a las dos partes.
NH creció y creció, en buena medida apalancada, mientras que Barceló, por tradición familiar, siempre fue más prudente. La primera casi se hunde con la crisis, mientras la segunda navegó muy bien y podría haberlo hecho mucho mejor de no haber sido por una operación que en su momento pareció ideal y después, cuando el mercado terminó de hundirse, se reveló mejorable.
Hoy, las cosas vuelven a estar como hace veinte años: listos para el matrimonio. Y como todo matrimonio, siempre hay quien pueda dudar de si es conveniente o no, de si va a ir bien o no. El tiempo y sólo el tiempo dirá si esta pareja aportará alegrías o dolores de cabeza. Desde luego, así Barceló se distancia del modelo Riu, básicamente vacacional, y se acerca al modelo Melià, un mix con mucho urbano. Es una opción que puede ser buena. O no. Porque en esto, como en ciertas inversiones financieras, el pasado no es garantía para el futuro.
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