Todos sabemos que Egipto, Túnez y Turquía tienen problemas con el turismo. En los tres países ha habido atentados de primera importancia que han espantado a los viajeros, en buena medida relacionados con el radicalismo islámico –aunque en el caso turco el asunto es más complejo–. Aunque en los tres países había también viajeros interesados por la cultura, donde más efecto está teniendo esta crisis es en el turismo de sol y playa, especialmente sensible a las crisis.
Todos sabemos también que entre los beneficiados de esta crisis está Grecia y España. Vean, si no la euforia que se está viviendo en Canarias, cuando en plena temporada baja se está llegando al lleno completo.
Sin embargo, hay un país de menores dimensiones, de menos interés, pero muy bien situado estratégicamente, que está beneficiándose de esta crisis: Bulgaria. La antigua república comunista, que tiene zonas vacacionales de cara al Mar Negro, está registrando aumentos de hasta un 15 por ciento en su volumen de viajeros, alcanzando las cifras de 1998 que parecían inalcanzables.
Sólo en los seis primeros meses de este año –que todos sabemos que no incluyen la parte sustancial del verano– recibió 3.1 millones de viajeros. Esta es una cifra irrisoria para España e incluso para alguna de sus autonomías, pero es un dato que tiene a los búlgaros exultantes.
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