Seamos sinceros: un atentado con víctimas puede ocurrir hoy en cualquier lugar del mundo. Desde el avión, al tren, desde París a Roma, desde Egipto a Moscú, en todos lados puede ocurrir un acto bárbaro que acabe con la vida de inocentes. ¿Cómo se debe reaccionar ante ello?
No, no existe un “debe”: cada uno reacciona como quiere, como sabe, como puede. Por eso hoy las reservas de vuelos para París están cayendo en un 13 por ciento respecto de estas fechas del año pasado. ¿Es posible otro atentado en París en el futuro? Quizás, pero nadie puede asegurar que el destino alternativo que se elija no va a tener problemas.
Para el viajero de largo recorrido, para el que viene desde Asia o América, visitar Europa y prescindir de París es insólito. París es, por historia, por patrimonio, por cultura, una de las capitales imprescindibles de Europa. Y, sin embargo, está viendo cómo sus reservas caen significativamente, incluso en ciertos segmentos de mercado, de forma alarmante.
Aunque no tenga sentido, aunque se pueda argumentar lo que se quiera, el turista no quiere problemas. No hace un viaje para pasar aventuras, para conocer conflictos. No, el turista sólo quiere paz y tranquilidad. Nada indica que París se vaya a convertir en un problema constante, pero eso no impide que la imaginación de la gente conduzca a una pérdida de viajeros.
La lección es importante: todas estas situaciones, que desde el punto de vista humano y político merecen un análisis particular, desde el punto de vista turístico también tienen sus repercusiones que siempre, siempre, son negativas. Porque nada es más tímido que un turista: en caso de duda, se queda en casa.
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