Echando a los turistas

Un grupo de chavales independentistas radicalizados se manifestó delante de la terraza de un restaurante de Mallorca, en el que había turistas y no turistas cenando. Los gritos hacían referencia a la explotación de las clases trabajadoras por parte de los propietarios de los restaurantes, de lo cual, indirectamente, los culpables vendrían a ser los clientes de esos establecimientos.

Esto es lo que una profunda ola de estupidez social está generando en España: una visión totalmente desquiciada de la sociedad, capaz de destruir lo que la mayoría está construyendo. Esta gente no merece siquiera el análisis de sus argumentos.

Porque, como es evidente, si nadie fuera a comer a los restaurantes, si los turistas no vinieran, no acabaríamos con la explotación, sino que acabaríamos con los ingresos que nos benefician a todos. La explotación, deberían saberlo estos chavales, se genera porque miles y miles de jóvenes como ellos carecen de formación, son ignorantes, y sólo puede trabajar de camareros o de vigilantes jurados. Eso, lógicamente, hace que los salarios de estos grupos sociales sean bajos, porque hay exceso de oferta.

La formación, la educación, la preparación para la vida no la da el turismo sino el sector público español, que ha arruinado el sistema dejando que miles de radicales lo ocupen con sus soflamas comunistas. Estos chavales son un indicador de esta estupidez.

Ahora se acuerda Rajoy de responder a un problema que está totalmente instalado en partes de la sociedad, sin que el poder público haga absolutamente nada. Más que cacarear, bueno sería que los profesores del sistema educativo educaran en lugar de crear radicales incendiarios e independentistas.