El AVE como tapadera

La policía ha detenido a una decena de personas implicadas en un supuesto caso de corrupción en las obras de construcción del tren de alta velocidad en Barcelona. ¿Sorpresa? Ninguna. En casi todos los foros en los que los ciudadanos españoles expresan sus opiniones, la sospecha de corrupción está detrás de casi todas las obras importantes que lleva a cabo el Estado. Cuando el trágico accidente de Angrois, la gente sospechaba que aquello se hacía con prisas por ganar dinero y porque se acercaban las elecciones; cuando el desastre de las obras del AVE llegando a Zaragoza (aparecieron unos agujeros en la tierra que desestabilizaban el trazado), nuevamente las sospechas. El famoso puente de la vía de Málaga, al que acudió la célebre ministra de Fomento Magdalena Álvarez, otro tanto. No hablemos de la vía del tren entre Murcia y Almería, de la que se han construido algunos tramos ahora sellados porque nunca llegará allí el tren, ni del caótico trabajo de Pajares que ha pasado de querer ser un túnel a ser un canal de agua. Y en Barcelona, más de lo mismo.

Más allá de la acción policial que, por supuesto, no se puede guiar por sospechas sino por evidencias, la mayor parte de los ciudadanos de este país están convencidos de que la corrupción está extendida hasta los últimos rincones. La alocada inversión de unos 60 mil millones de euros en llevar el AVE hasta la puerta de cada casa no podía quedar al margen de este fenómeno. Raro es que entre las detenciones de ayer no haya todavía ningún vínculo político.

La cuestión es que las confirmaciones que tuvimos ayer sólo sirven para que algunos incrédulos confirmen que esta desaforada inversión no sólo tenía como intención ofrecernos unos servicios ferroviarios mejores (que, por cierto, nos van a ahogar en pérdidas) sino que podrían ocultar un fantástico modo de generar enriquecimientos oscuros. Como si el AVE más que una generosa cesión a los ciudadanos fuera una tapadera debajo de la cual se podían repartir más comisiones.