El contrato que desprecian los grandes

Algo ocurre en este país cuando al contrato ferroviario más importante de nuestra historia, el de la provisión de 30 trenes de alta velocidad más su mantenimiento, por un importe de 2.600 millones de euros, apenas se presentan concursantes internacionales. Más extraño aún es que una empresa del nivel y la solvencia de Bombardier se retire dando un portazo. Por su parte, Stadler ni acude, Pesa no ha comparecido, Siemens no se presenta, e Hitachi, que acaba de aterrizar en Europa, no quiere saber nada. Sólo la francesa Alstom está en el concurso del que ayer se apuntó que el ganador está entre CAF y Talgo.

A mí me parece bien que las empresas españolas compitan y puedan ganar, faltaría más. Pero es muy extraño que nadie del resto del mundo quiera concursar. Que ni siquiera Hitachi, que acaba de instalarse en Europa y que aún no tiene ni una orden para sus productos de alta velocidad, haya comparecido es, cuando menos, extraño.

CAF, el fabricante de Beasain, y Talgo, el proveedor de los trenes para la línea de La Meca, están presentes en muchos países del mundo. No son para nada líderes, tampoco son los más competitivos, pero se suelen quedar con contratos de segundo nivel que en conjunto pueden llegar a suponer cantidades importantes. Han entrado con dificultades en Estados Unidos, en Gran Bretaña –CAF acaba de conseguir algunos contratos muy interesantes–, tienen alguna presencia en Finlandia y Rusia, y por supuesto disfrutan del contrato de La Meca, uno de los más importantes. Los líderes, sin embargo, hoy por hoy son Hitachi –con dos fábricas en Europa y el bagaje impresionante de haber construido los trenes bala japoneses–; la imbatible Siemens; los canadienses de Bombardier y la francesa Alstom.

Sin embargo, en un contrato tan sustancioso como este de Renfe, se ha marchado todo el mundo y sólo que quedaron las empresas locales más Alstom, de quien se ha dicho que no ganará. En fin, raro, muy raro.