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EDICIÓN ESPAÑA

El fin del abuso de un derecho legítimo

Los jueces alemanes y británicos, casi por sistema, dan la razón a quienes se embarcan en un complicado proceso judicial contra los mayoristas turísticos a quienes han comprado sus vacaciones, si es que han sufrido una intoxicación alimentaria o cualquier otro percance en sus vacaciones. Como habitualmente no había engaños, el viajero salía realmente resarcido ante los posibles casos de irregularidades en el servicio prestado.

 

Pero ahí aparecieron las organizaciones de abogados aprovechados. Estas empresas, sabedoras de que estos casos se ganan prácticamente siempre, cogieron unas furgonetas y se fueron a las costas españolas a explicar a los turistas cómo conseguir que sus vacaciones les cuesten gratis. Porque los abogados ofrecen a los turistas que, con esas demandas falsas, recuperen lo que han pagado por las vacaciones. Las costas judiciales, mucho más sustanciosas, son para ellos. Así, todos contentos.

 

El negocio se hizo tan masivo que se ha estropeado. Tanto ha ido el cántaro a la fuente, que finalmente parece que se ha roto. Ayer se supo que un juez de Liverpool, en contra de la tradición, dudó de la versión de unos viajeros que tres años atrás habían sufrido una supuesta intoxicación en Canarias y que se acordaron con cierto retraso de presentar una demanda. No sólo eso, sino que olvidaron que en el avión de vuelta, al ser preguntados en un cuestionario cómo habían ido las vacaciones, 'olvidaron' que supuestamente habían estado intoxicados todos los días.

 

El juez, indignado, no sólo rechaza su demanda, sino que los condena por haber presentado una denuncia falsa.

 

Estos y miles de otros viajeros aprovechados, cara duras, han conseguido que un sistema de compensación que funcionaba rápida y eficazmente quede bloqueado, estropeado y ahora dude de la legitimidad de las demandas que se presentan. Está bien que sea así, pero no deja de dar vergüenza que este tipo de conductas demuestren que la legislación y la Justicia ha de contar con que la gente es aprovechada, con que busca el beneficio propio y que la verdad le interesa bastante menos. Al menos a unos cuantos.

 

Esta sentencia, algunas otras disposiciones del gobierno británico y la acción de hoteleros y mayoristas en los tribunales parece que anuncia el final de estos casos, una verdadera vergüenza de la miseria de las personas en su espíritu avaricioso. La víctima únicamente será quien sí tenga una intoxicación alimentaria, que pasará ahora un calvario para poder resarcirse de los inconvenientes causados.

 


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