El turismo mundial, en las manos de dos empresas

A estas alturas del año, con la mitad de los balances del año pasado ya cerrados y publicados, prácticamente sabemos con precisión que las dos grandes OTAs del mundo, Expedia y Booking, siguen su marcha imparable hacia el duopolio, sin margen alguno para los demás. Hay otras OTAs, claro, pero ni crecen ni son capaces de competir con ellas con la misma solvencia que los dos monstruos.

En Europa tenemos varias OTAs que son decenas de veces más pequeñas (decenas de veces) que las dos americanas que, como ya ha ocurrido con Google en el mundo de las búsquedas online o Facebook (e Instagram) en las redes sociales, van a terminar por quedarse solas en el mercado.

¿Por qué Expedia y Booking crecen sin parar, como si acabaran de entrar en el mercado? Porque disponen de más recursos que las demás para gastar en tecnología, lo que les permite conocer mejor al cliente, negociar con más fuerza, imponer su ley en los precios, etcétera.

Esta es la realidad. Nunca antes en la historia hemos tenido tantos organismos públicos luchando contra los monopolios, intentando mantener la diversidad en la oferta y, sin embargo, nunca antes habíamos tenido una concentración del negocio de los viajes a nivel mundial con la intensidad actual. O sea: se está produciendo exactamente lo contrario de lo que se pretendía, de lo que se desea.

Esta es la realidad más cruda que se puede plantear el mundo de los viajes hoy. Nada positivo porque el monopolio –aunque tenga dos cabezas– no presagia nada esperanzador.

El asunto merece una reflexión, no tanto por el lado de los viajes, donde siempre ha habido una atomización del negocio, sino por el lado de la tecnología, que apunta casi inevitablemente hacia el monopolio o, como máximo, el duopolio. Y todos los demás, excluidos.