La ministra de Asuntos Exteriores declaró que los británicos no podrán entrar en España si no cambian su política actual que exige a los ciudadanos españoles que pasen una cuarentena al llegar a Gran Bretaña. Las declaraciones dieron a entender que la restricción de operaciones con Gran Bretaña podría continuar durante el verano. La ministra en sus declaraciones añadió que ella era partidaria de negociar pero que no iba a admitir un trato diferenciado con respecto a Europa.
La prensa se hizo eco con profusión de esta especie de veto a los británicos.
Vamos a ver los datos que convierten estas declaraciones en un desastre. En primer lugar, Gran Bretaña tiene muchos infectados de Coronavirus, pese a que hay una gran mejoría. En segundo lugar, aplican la cuarentena para todos los viajeros que lleguen a su país, de cualquier nacionalidad. Lo hacen desde principios de junio. Ocurre que esa, exactamente esa, es la situación de España: aplica la cuarentena desde principios de junio a todos los viajeros de cualquier procedencia que lleguen al país. O sea, nada diferente.
Los británicos han dicho que quieren tener corredores seguros con los países que tengan condiciones sanitarias correctas y, en este sentido, las negociaciones con Portugal dicen estar muy avanzadas. ¿Por qué la ministra, en lugar de hablar, no negocia? Al menos los portugueses lo están haciendo y a todos nos consta el interés de estos turistas por viajar a España.
¿Cómo es posible que se dé a entender, seguramente sin intencionalidad, que vamos a ser rigurosos con ese país, cuando en realidad nosotros también hemos hecho lo mismo, que es aplicar la cuarentena a todo el mundo, para el enfado francés y del resto de la Europa comunitaria?
Hay que tener mucha mano izquierda con quienes son los primeros emisores de turistas. No hay que dejarse pisar, pero tampoco hay que incomodar gratuitamente, que es lo que tengo la impresión que puede haber sucedido.
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