Incapaces de gestionar aglomeraciones

Una de las playas más bonitas de las costas de España, Macarella, al sur de Menorca, estrenó ayer vigilancia. Como la presencia de turistas es tan masiva, es tan espectacular, el precario camino de acceso se satura de coches que no tienen donde aparcar y que termina por ser intransitable. Así que, se adoptaron decisiones.

Desde ayer, un vigilante para los coches a la entrada y permite el acceso si hay espacio, cobrando una cantidad modesta. La decisión no está mal, pero su ejecución es patética. En medio de un camino de tierra, sobre suelo inestable, se ha puesto una mesita de madera, con un señor que como única identificación luce un chaleco reflectante.  La imagen es propia de un país bananero, que es lo que somos. Sólo faltaba que el resguardo que se da al visitante fuera un trozo de periódico con un sello de goma.

La civilización tiene que ver con la capacidad de gestionar de forma adecuada situaciones como esta, que se repiten en tantos otros enclaves de nuestras islas. En Mallorca, por ejemplo, también de forma vergonzosa, se ha aprobado convertir la playa de Es Trenc en un parque, pero con un aparcamiento para 1.500 coches, que se tendrá que hacer sobre las dunas, eliminando vegetación.

En los países más avanzados –aunque tampoco es que eso sea un gran avance, sólo lo elemental-- existe una práctica que son los servicios de buses lanzaderas. En los lugares en los que hay una gran concentración de público, se prohíbe totalmente el acceso, se crea un aparcamiento donde sí es posible y no es dañino para el entorno, y se pone un servicio de bus que evita los daños. Ocurre en todo el mundo. Gestionado con un mínimo de profesionalidad y seriedad. No mesas de oficina en un camino de tierra, no coches aparcados en las cunetas, no bosques arrasados porque somos incapaces de gestionar lo más sencillo.