La mala suerte de la Secretaría de Turismo

Yo podría ser un magnífico director general del Banco de España en el periodo que va desde mi nombramiento hasta que haya que leer un balance. O piloto de un avión comercial, hasta que el compañero tenga necesidad de ir al baño. Soy del perfil adecuado para ejercer la política de este país: no sé de nada, pero como es poco probable que tenga que demostrar competencia alguna, puedo sobrevivir años y años.

Sin embargo, a Isabel Oliver, la secretaria de Estado de Turismo, las cosas le han salido mal: tuvo que llevar a cabo un proyecto y ahí se le cayó el montaje. Su incompetencia es igual a la de sus antecesoras, pero ellas no tuvieron Covid, por lo que no pudieron demostrar su absoluta ignorancia en los temas que lleva entre manos. Oliver, no. Oliver tuvo mala suerte. ¡¡¡Mira que justamente ahora tener que hacer un proyecto de certificación para establecimientos turísticos!!! La Secretaría de Turismo probablemente no ha hecho más que un proyecto en dos o tres décadas y le ha tenido que tocar a ella. Mala pata.

Oliver, que en la espectacular mediocridad de la política mallorquina, no era la más patana, tuvo que hacer un sello de calidad para los hoteles, oferta complementaria y agencias de viajes. Y no se le ocurrió que un sello que certifique algo debería tener algún chequeo, alguna comprobación. Porque al fin y al cabo, el turista va a confiar en que allí se siguen unos procedimientos. Pero no, en su vida debió de haber visto algo así. De forma que hizo el sello en tiempo récord: pase, pague y lléveselo. Un fiasco genial.

Pero esperen, que si todo esto es cierto, Isabel Oliver reúne lo necesario para poder entrar en la Organización Mundial del Turismo. Allí sí que no hay riesgo alguno, allí sí que no hay que entender de nada, allí sí que es jauja. 

Isabel: vas por buen camino. De este cuento ha vivido mucha gente, en todos los partidos. Con un poco de suerte, hasta podrás enlazar con la jubilación.