Esta semana nos han regalado dos días de huelga, que son la antesala de otros siete a lo largo de esta primavera. Son los de siempre, los controladores franceses. El turismo español, para que funcione bien, requiere de la colaboración de innumerables grupos de trabajadores, desde los agentes de viajes del país de origen a las compañías aéreas, los empleados de los hoteles, etcétera. Si uno solo de estos grupos de trabajadores bloquea la actividad, la experiencia de viajar se convierte en un suplicio. Y, si uno sale de casa por vacaciones, lo último que busca es pasarse el día en un aeropuerto, o en un hotel.
Pese a que el número de personas implicadas en el buen funcionamiento del turismo es extenso, las huelgas se repiten siempre en un número mínimo de colectivos, de los que lo sabemos todo porque son mediáticamente populares. Año tras año, década tras década, siguen con los paros, con las reivindicaciones, con las protestas. Por supuesto, es perfectamente posible que alguno de estos colectivos necesite defender sus derechos ante la agresión del empresario y, en este caso, la mayor parte de los viajeros entenderá lo que ocurre. Pero cuando los mismos llevan décadas protestando por lo mismo, cuando el empresario además es el Estado francés, la historia es más que dudosa.
Así, pues, de nuevo, a vivir la incertidumbre turística, debido a la 'gracia' de los controladores franceses.
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