El impuesto que el Govern de Baleares ha anunciado que va a aplicar a las actividades turísticas se va quedando velozmente sin argumento. Este martes, el consejero de Turismo dijo públicamente que no sabe a qué dedicarán el dinero que se recaude, con lo que demuestra que tampoco hay un destino pensado para esos ingresos. Esta ausencia de argumento sobre la finalidad de los recursos recaudados se suma a la ya conocida falta de explicación sobre el objeto que se grava: ¿lo hacen porque el turismo contamina, cosa que es cierta? Si es así, lógicamente, reducir la contaminación debería reducir el impuesto, pero este argumento no se ha escuchado. ¿Gravan al turismo porque se necesita el dinero y su contribución a la economía no es suficiente? Parece que tampoco, porque, de haber existido una necesidad, sabrían a qué destinar la recaudación.
Más bien todo apunta a que estamos ante un impuesto que era una especie de pulso a la hostelería. Tras haber fracasado en el pasado, da la impresión de que hoy este impuesto era simplemente una cuestión de demostración de poder. ¿Somos o no capaces de imponer una decisión? Efectivamente, el poder político esta vez sí demuestra ser capaz de hacer lo que pretende, más allá de la influencia de este poderoso sector económico. ¿O, no será que en realidad estamos asistiendo al declive del poder de estos empresarios? ¿Por qué la derecha prácticamente no dice ni una palabra sobre este impuesto? ¿Lo va a abolir cuando regrese al poder?
Un impuesto sin pretexto, sin argumento, y sin que nadie se oponga, demuestra más bien el declive hotelero que el poder de la izquierda.
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