Yo conocí a un gestor financiero de primer orden que entró en una cadena hotelera vacacional y pidió por favor que le dieran un tiempo para adaptarse. Lo que le sorprendía no era estar en un negocio de alojamientos, sino que su estupor se debía a que “pasé de gestionar números rojos a números negros, de pedir préstamos a colocar reservas”. Porque el negocio del alojamiento turístico en España y fuera de ella ha ido y sigue yendo bien. Tan bien que en estos tiempos tan duros bastantes de las cadenas hoteleras que sólo tienen alojamientos vacacionales están teniendo problemas de caja, pero para colocar su espectacular liquidez. Mientras unos contemplan sus problemas de caja en el sentido de cómo encajar los pagos con los préstamos, por lo que no dejan de visitar a su banco, en las cadenas vacacionales todo el mundo mira la caja, pero para buscar cuál es la salida más rentable en momentos en los que nadie tiene liquidez, por lo que aquí son los bancos los que no salen de la sede de las cadenas, ofreciéndose a lo que sea con tal de tomar parte en la gestión de la abundancia.
No se crean que no es un problema: hay que colocar bien, con garantías que hoy pocos ofrecen, y logrando los mejores retornos. En una coyuntura como esta, equivocarse es muy sencillo, porque nunca ha habido tantos novios dispuestos a cederlo todo con tal de oler esa caja.
No les dejo con incógnitas: la gran cadena que sólo tiene hoteles vacacionales en España es Riu; la que casi sólo tiene vacacionales es Iberostar; mientras que Barceló tiene una mayoría en las playas. La más grande sobrevive porque tiene aún un pie importante en la costa.
Las urbanas, en cambio, son las que tienen problemas de caja, pero de los otros. (Ellas o sus bancos, que el límite es difícil de precisar.) Problemas de los que se escriben en rojo.
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