Una empresa británica, especializada en estudios de mercado, acaba de publicar un análisis de por qué los clientes eligen una aerolínea y no otra para volar. El resultado era imaginable, pero yo al menos no conocía datos tan concluyentes: el 64 por ciento de los británicos elige en base al precio. A años luz, aparece el servicio a bordo y el confort. Más atrás, aún, los horarios o la cercanía del aeropuerto de salida o de llegada. O sea, precio, precio y precio.
El estudio es interesante porque viene a explicar las razones del éxito de Ryanair y, en menor medida, de Easyjet y Norwegian. Lo imaginábamos, pese a que muchos agentes que trabajan en el sector pensaban que al final los clientes también serían sensibles a la calidad. Probablemente, la seguridad sí tenga un peso absolutamente demoledor en esta estadística, pero, sin embargo, a igual seguridad entonces el único factor decisivo en un vuelo de corto radio es el precio.
No está de más comprender que esta es la lógica del mercado. Y que ir en contra de ella es simplemente un brindis al sol. Se puede uno poner como quiera, pero cuando al cliente lo que le importa es lo que paga, entonces se entiende qué ha estado ocurriendo en Europa en los últimos años. Y por qué ha habido tantas crisis de aerolíneas que no han entendido esta idea básica.
Seguramente se podrá aducir, y yo creo que con razón, que esta dinámica nos está llevando a situaciones absurdas y ridículas. Pero, tampoco hemos de olvidar que hace veinte años era imposible hacer un vuelo de fin de semana por Europa, con nuestras compañías de bandera, por precios inferiores a los 600 euros. Hoy, estos precios sólo se aplican en contadas ocasiones, cuando la demanda está disparada.
La clave del éxito es que paguen por volar hasta los que no vuelen.
Sin exceso de aeropuertos no habría low cost.
Si alguien analizara cuanto cuesta la broma se acabarían
de un plumazo
El precio es lo primero que se mira. Otra cosa siguiente es el horario y vuelo directo