El turismo mundial, más allá de los problemas regionales, vuelve a estar disparado en este año. O más que disparado, bate récords. Los primeros cuatro meses de 2018 han supuesto un incremento de viajeros a nivel mundial del seis por ciento, un 50 por ciento más que la previsión más moderada o un 25 más que la más atrevida. Es decir, el mundo sigue desplazándose como nunca lo había hecho antes.
Es decir, la presión sobre los destinos populares sigue subiendo y el número de viajeros crece, la aviación sigue aumentando y los fabricantes puede seguir viendo el futuro de color de rosa, es decir, esto es imparable.
Todo esto es positivo para la economía, para el bienestar, etcétera, como ya sabemos, sobre todo en España. Pero todos sabemos que en muchos lugares, nuestro país entre ellos, hay muchos ecologistas a quienes estas cifras les preocupan. Y tienen razón, aunque sea en parte. Ya el año pasado, hubo fines de semana en los que el cielo europeo, por ejemplo, estaba colapsado, lleno de aviones, incapaces de mantener el ritmo de operaciones. El año pasado hubo destinos populares, como Praga, París, Mallorca, Venecia, Taormina, Cinque Terre, Santorini o York, Edimburgo y Pisa, por citar algunos, en los que era imposible desplazarse con comodidad.
Como vemos, esta presión sigue aumentando constantemente a nivel mundial, lo que significa que si el problema de la saturación existe, y en parte es innegable, esto exige reflexión y análisis sosegado. Ha de haber medidas nacidas del sector antes de que la sociedad sienta el agobio de un crecimiento imparable.
Un amigo mío que acaba de hacer un crucero por el Mediterráneo en un barco que transporta cinco mil turistas, persona totalmente pro-turismo, me explicaba que aquello asusta desde el punto de vista ambiental porque, con todo lo que se quiera hacer en favor del medio ambiente, una ciudad flotante es una ciudad flotante, cuyo impacto es inevitable, cuyas molestias son abrumadoras. Y esto sigue al alza.
Este crecimiento del turismo es positivo, pero pronto la sensibilidad ambiental va a exigir reflexionar con moderación y sensatez para evitar algunas puntas que tienen visos de convertirse en problemas desde cualquier punto de vista.
Los barcos son ciudad flotantes que pero contaminan menos que de coches y aviónes, tienen sistema de filtrado de agua así que el impacto medioambiental es mínimo.el problema son las aerolíneas low cost que han ofrecido a todo el mundo la posibilidad de viajar 4/5 veces por año, con los problemas que el low cost lleva es decir pisos ilegales, comidas en el McDonald o bocadillo del supermercado, borracheras etc.
La avaricia rompe el saco, y como dice el comentarista, hay sitios en los que es imposible estar, ni como visitante, ni como residente; es un auténtico agobio, y lo acabo de sufrir recientemente, en temporada todavía no alta. Un lugar patrimonio de la Unesco en la que hay atascos de cafes, restaurantes, terrazas, con "listas de espera" para cenar, donde no se puede dar un paso......, o hacer una foto, sin que aparezca una cabeza en tu objetivo,enfin, supongo que dejará mucho dinero, pero si el lugar es un museo, un lugar muerto, sin vida, la única la de servir al turista cliente, acabará muriendo porque habrá gente que buscará otra cosa. Saludos