Renfe: más enfadados que premiados

Recuerdo que hace unos cuantos años, El Corte Inglés convocó unas plazas de vendedores de planta (en singular) en mi ciudad. Como en España acostumbramos a ‘disfrutar’ de unas cifras de desempleo africanas, se presentaron miles de personas. Obviamente, el número de los que obtuvieron empleo era muy inferior al número de quienes se llevaron la puerta en las narices.

Pero la dirección de El Corte Inglés sabe que el universo de sus posibles clientes abarca exactamente al cien por ciento de los españoles e, incluso, a un número de extranjeros que pasan por nuestro país. De forma que el director del centro regional escribió una carta prácticamente personalizada a los concursantes rechazados, explicándoles que lamentaba que no hubieran conseguido el puesto de empleo pero que creía que en el futuro quizás pudiera haber una nueva oportunidad. Se trataba, sobre todo, de mantener una relación cordial con ellos, posibles futuros clientes.

Me viene esto a la memoria al ver la gran operación publicitaria de Renfe, para promocionar sus trenes baratos de Madrid a Barcelona. Como ven, el número de enfadados con la chapuza técnica de la venta online está adquiriendo proporciones bíblicas, que diríamos. Probablemente, sólo Canarias y Baleares no están enfadadas con la promoción de Renfe, aunque tampoco es que allí vaya a haber muchos clientes futuros.

¿Cómo se pueden hacer las cosas tan mal para conseguir que la gran mayoría de españoles piense que les han tomado el pelo? ¿A quién se le ha ocurrido el diseño de esta operación, con una prórroga que lejos de garantizar que los no premiados tengan su recompensa, puede terminar engordando la cartera de viajes de los que ya tienen un billete?

Como siempre, nadie asume responsabilidades, porque para eso estamos en una empresa que no responde ante sus clientes sino que lo hace ante el ministro, el cual se presenta cada cuatro años a las elecciones, y todo el mundo sabe que Renfe no hace ni ganar ni perder en las urnas.