Desde hace unos años paso unos días de verano en una zona turística española, de esas masivas, saturadas, llenas de turistas y con un espacio reducido, en los rincones, para los aborígenes. Como se imaginan, en estos lugares sobran restaurantes, bares, tiendas, supermercados y de todo, porque sobran consumidores, clientes, incautos, idiotas y necesitados.
Quienes conocemos la zona, vamos a comprar habitualmente a uno de los pocos supermercados que aplican precios españoles, aunque estén también un pelín inflados. Y vamos a algún que otro bar de la segunda línea en los que es posible beber en paz y donde el café contiene café. Y cenamos… Bueno, esto es otra historia.
Cuando empecé a veranear en este lugar, cada restaurante tenía un dueño. Pero ahora, desde hace casi una década, el camarero de uno de ellos ha comprado la propiedad y, como es muy espabilado, hoy ya tiene seis restaurantes. Su crecimiento ha sido fulgurante. Lo que sus antecesores jamás supieron hacer, nuestro chaval lo ha bordado en nada.
Los españoles no hemos tardado en descubrir su secreto para triunfar: cobrar lo que no existe porque el turista no va a volver nunca más al lugar. Así, tras varios años, ha conseguido echar a todos los locales, incluso a los extranjeros que viven en la zona, y se ha quedado sólo con los turistas de paso, aquellos que vienen una vez y no vuelven. A estos los despluma. Esta es su política: depredar. Los españoles, que antes íbamos a su restaurante, ahora lo saludamos pero no entramos. Él lo sabe. Es consciente de su estrategia, pero le da igual. Ofrece vistas, porque todos los restaurantes que tiene disfrutan de una vista excelente, y algo, muy poco de cocina. Y eso lo cobra a precios de escándalo.
La técnica de este avispado no puede ser cuestionada: en una economía libre, cada uno aplica el precio que quiere y el cliente es libre de ir o no. Claro que los locales hemos dejado de ir, pero mientras en estas zonas la gran mayoría de los posibles clientes no retornen, la técnica depredadora funciona. Y tanto.
Por supuesto, si ustedes quieren consuelo, siempre queda algún restaurante sin vistas que cuida al cliente local, que lo fideliza y que tiene otra estrategia. Pero eso significa que hemos de cenar sin vistas al mar. Tampoco es que lo necesitemos, por supuesto.
querido amigo, ojala y el único problema fuese que los locales se tienen que ir a segunda linea a tomarse el café o cenar. El gravisimo daño que causan este y, lamentablemente, la inmensa mayoría de los empresarios de las zonas turísticas, es que "espantan" a los turistas del destino. Porque son turistas, no bobos. Si voy a un sitio de vacaciones y veo que me estafan, pues no vuelvo por allí (y vaya como los voy a poner en las redes!!). Esto ya lo hemos empezado a pagar, turistas que se van a destinos en los que no los asaltan por un café y si lo hacen, al menos, no les es mas caro que tomarlo en el lugar mas "trendy" de Londres, Munich o Lugano.
Seguro que su flamante empresario/camarero (con todos los respetos para ambos gremios), será el primero que el año que viene suelte la frase "es que el turismo que traen no gasta, es solo borrachera". Y lo mas probable es que cambie sus bonitos restaurantes con vistas por bares de copas de garrafón, mmamading y demás lindezas.
¿Extraña a algunos que turistas de ciertas nacionalidades se vayan a otros sitios?, recuerden aquel refrán que dice, cría cuervos y te sacarán los ojos...... como consuelo, cabe decir que en todos los sitios cuencen habas, y en muchos sitios turisticos, inflan los precios, con precio para "amigos foráneos" y muchas veces institucionalmente, como precios mucho más elevados para extranjeros en visitas, así que.....
El tan denostado "all inclusive" por parte de restaurantes y bares en las zonas turísticas es, precisamente, para proteger al turista de la depredación y robo que año tras año han estado ejerciendo estos comercios que tanto lo critican. No es admisible que un refresco o una cocacola sea mas caro en cualquier destino turístico de España que en Munich o en Londres. Además de matar a la gallina de los huevos de oro, esto se llama robo.